viernes, 31 de agosto de 2012

Frutitas

Unas líneas de fiebre o una garganta colorada eran, también, una puerta abierta a la magia.
Mesita de cama de madera, bien años 70, claro. Cuentos para pintar con forma de valijita, con dibujos de niños de muchos lugares del mundo, pinturitas (jamás acuarelas o témperas en mi infancia).
Y lo mejor de todo: ELLA viajaba desde la República de la Sexta a visitarme. Un largo viaje de Este a Oeste, de Sur a Norte. Pero antes bajaba en el centro, y en la puerta del cine Heraldo compraba frutitas de mazapan. Siempre. Nunca hubo excepción a esa regla.
Y después llegaba, mi Yolanda, mi acuariana loca de tardes de cine y calesita, de lanas y telas de colores e inventos reposteros con mucho chocolate. Mi suiza de pocos abrazos pero mucho amor. De ideas siempre nuevas y desconcertantes. Nunca quieta, nunca en un mismo lugar.
Ella jamás va a saber lo que hizo por mi alma.