Se sentó sobre un almohadón, en el piso, con su cajita de mostacillas y piedritas. Me pidió un alambre. Enehebró, enhebró, enhebró, eligió colores, cambió de opinión, siguió enhebrando. Por fin la terminó y me la regaló. Mi pulsera: la más hermosa del mundo.
viernes, 26 de noviembre de 2010
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2 comentarios:
!!Es preciosa!! Qué suerte, claro que con esos genes tenía que salir artista ;)
que linda.emocionante
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